José Luis Pardo

Filósofo y escritor. Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid. Premio Nacional de Ensayo, 2005.

Comprendo que el título La ciudad infinita puede evocar imágenes infernales o paradojas cantorianas, pero aunque tiene que ver con una cierta impotencia para orientarse en el espacio y aunque ese espacio indeterminado contiene múltiples paisajes urbanos, el libro no trata de la ciudad, ni siquiera de la experiencia de la ciudad. El tema del libro es la disputada cuestión metafísica de la comunicación (o acaso la incomunicación) de las substancias. El tema del libro es las imágenes. O más bien qué pasa cuando uno se encuentra con algo que es incapaz de imaginar. La comunicación de las substancias. La comunicación del cuerpo y el alma. Del espacio y el tiempo. Las imágenes. Así pues, el libro trata del cuerpo. El leerlo me ha devuelto esa parte de mí que nunca podré imaginar.

Cenefa ornamental

Juan Antonio Rodríguez Tous

Filósofo. Profesor de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Director de la revista ER.

He leído La ciudad infinita con asombro creciente. Para medir el verdadero alcance del punto de vista hermenéutico que rastrea la unidad entre el discurso filosófico y el literario es preciso, a mi juicio, recalar en textos donde esté vivo lo que podríamos llamar aliento metafísico. Me explico: textos donde la lectura, lejos de producir una mera ilusión de “fundamento”, obre como desveladora del mismo, aunque este desvelamiento no pueda trascender –esto es evidente- el ámbito de lo textual. (¿Hay algo que pueda?) Aquello de lo que no puede hablarse (y que Wittgenstein me perdone) puede (y debe) ser escrito. Estos textos rompen el habitat confortable del sujeto, son algo así como un viaje iniciático y la crónica de ese viaje a la vez. He sentido pocas veces una sensación tan de vértigo al leer un libro; me ocurrió con el Libro del desasosiego de Pessoa y con Le très-haut de Blanchot.

Cenefa ornamental

Carmen Martín Gaite

Escritora.


Tus fragmentos de ciudad se clavan en el sueño y se pierde una por sus laberintos. Todo es una mezcla de imprecisión y matemática, que pertenece al mismo recorrido de tu escritura y tus pasos sonámbulos. Impresiona.

Cenefa ornamental

Qué leer

Revista de libros. Número 42, marzo de 2000.

La corriente caudalosa del Río Amarillo arrastra por el territorio de China antiguas tradiciones, desde las más antiguas dinastías conocidas hasta la llegada de los mongoles, que acaban la construcción del gran canal.

Cenefa ornamental

Jesús Ferrero

Narrador y poeta.

UNA COPA LLENA HASTA LOS BORDES. 

Artículo publicado en Babelia, diario El País, 4 de marzo de 2000.

No sé mucho de dioses ; pero creo que el río es un fuerte dios pardo, adusto, indómito, intratable, paciente hasta cierto punto, reconocido al principio como frontera, útil, indigno de confianza...” Así comienza el tercero de los Cuatro cuartetos. ¿Estaba Elliot hablando del río Amarillo más que del Támesis? Probablemente. Todos los calificativos que emplea para definir su río parecen epítetos del río Amarillo, que junto al Ganges, el Indo y el Nilo conforman el cuarteto fluvial más definitivo en la historia de la humanidad, como bien sabe Catherine François, que en Caminos bajo el agua va desplegando el mapa literario del gran río. Un mapa trazado con pincel muy fino y la mejor tinta china: la de la poesía lírica y las fábulas.

Libro en el que se acumulan las impresiones y las sugestiones, y donde todo parece narrado desde fuera y a la vez desde dentro. Caminos bajo el agua puede leerse como una novela donde el protagonista es un río que, como las culturas y los individuos, va madurando con el tiempo, se va amansando y civilizando, si bien de modo muy relativo, pues de la misma manera que el dragón tiende al fuego y el tigre tiende a la jungla, el río tiende hacia la inmensidad, y a veces con inmensa rabia. Así, en Caminos bajo el agua asistimos a momentos en los que el río Amarillo decidió ser indomable y hasta incurrió en grandes actos de barbarie (por otra parte muy parecidos a los que cometían los emperadores), atreviéndose a cambiar su propio curso y de paso también el curso de la histroria.

Desde el humo primordial del que parecen surgir los primeros mitos fundacionales de la civilización china hasta la invasión mongol y el reinado ejemplar de Kublai Kan, Catherine François va tejiendo y destejiendo un tapiz de junco y agua tan lleno de meandros como el río que se va dibujando en ese tapiz. Un río que tiende a ser visto como un recipiente más que como un curso de agua. Un recipiente imposible de llenar, “parecido a un abismo”, como reza el Tao. Un vientre inmensamente fructífero, generador de tribus, de pueblos, de Estados, de imperios, de fábulas, de mitos, de poesías, pero también una boca que se ha tragado muchos cuerpos y muchas almas, y que no conoce la saciedad ni siquiera cuando está llena hasta los bordes.

Un río que sabe mucho de nenúfares, cierto, pero también de sangre. De ahí que, en algunos momentos de Caminos bajo el agua, el río dorado se convierta en rojo. Pero rojo o amarillo, este magnífico libro de Catherine François es, ante todo, un río de voces sucediéndose en el tiempo y a la vez inmovilizadas sobre las aguas siempre iguales y siempre distintas del río más mítico de China.

Cenefa ornamental

Anne-Hélène Suarez

Sinóloga y traductora. 

Extracto del artículo VIENTO DEL ESTE, publicado en Babelia, diario El País, 26 de mayo de 2001.

De las raíces brotan murmullos primigenios: Caminos bajo el agua (Pre-Textos) de Catherine François, taducción de José Luis Pardo, con fascinantes escenas inspiradas en los mitos ancestrales de la civilización china.

Cenefa ornamental

Amelia Castilla

Periodista. 

El País-Madrid, 5-12-2009.

“Empezó escribiendo un recuerdo: el de la pared donde su madre marcó con un lápiz su estatura el día que cumplió siete años y en la que ella empezó a señalar después los cambios de humor con una aguja clavada en el muro, y que representaban una escala anímica que denominó "calendario". Aquellas primeras líneas le animaron a salir adelante con la escritura. Descubrió entonces que sensaciones como las descritas se encontraban a flor de piel y que "un recuerdo llevaba a otro", como el túnel que atravesaba con su grupo de amigos en la oscuridad. Ese "cúmulo de intensidades" o de mapas de infancia que durante años permanecieron intactos en su cabeza configuran El árbol ausente. A través de la escritura, François rehace hacia atrás el camino del aprendizaje de las palabras.”

Catherine François - Retorno - Contacto